jueves, 23 de febrero de 2012

¡Plo plo plo plo!

[En nuestro país la cosa se está pareciendo a GTA San Andreas]

En el mundo de los valores, toda nuestra actividad moral se resuelve en alguna conducta práctica según un criterio establecido. Según estos criterios preestablecidos, vamos a juzgar lo que es bueno y lo que es malo dentro de la realidad que vivimos. En nuestro caso, los criterios predominan sobre los valores, solo si el acto que pretendemos llevar a cabo se acomoda al criterio, podemos juzgarlo de bueno o malo. 

Si bien los valores son cualidades anexadas a las cosas reales, llamadas así por ser fenómenos perceptibles, estas cualidades tienen función en una relación de sentido práctico que está ligada directamente al objeto, así que es usual que cuando se pierda esta relación, el objeto se vuelva inservible. Para un médico, su estetoscopio tiene un valor importante que va ligado a la relación de sentido que ha establecido con él, sin embargo, si decide regalar este estetoscopio que considera útil y preciado, a un albañil como un gesto de amistad, es bastante probable que esta relación objeto-sujeto se pierda, puesto que debe estar fundamentada en un interés determinado. El albañil muy seguramente pensará: ¿Qué voy a hacer yo con un estetoscopio? Entonces puede guardarlo como un recuerdo de su buen amigo doctor o botarlo a la basura por no tener un uso lógico para él.

Con todo esto nos referimos directamente al valor del objeto, pero ¿Qué hay de los valores intrínsecos del sujeto? Los llamados valores morales. Estos valores se ven reflejados en la conducta del individuo, es decir, el conjunto de movimientos con que el hombre reacciona frente a los estímulos del medio. Entonces estos valores nos indican que debemos portarnos bien, que lo estamos haciendo mal, siempre dependiendo de ese "deber ser". Cuando un sujeto decide actuar de una manera que puede juzgarse como negativa, como ocurre en el caso de la delincuencia, ¿Cuál factor podríamos considerar determinante en esta actuación: El valor del objeto deseado por el delincuente, tomando en cuenta la respectiva relación de sentido (por ejemplo: una laptop, un teléfono de última generación) o bien se trata de la poca carga de valores morales propias del sujeto o es que juega un papel determinante en esto último la conciencia

Para analizar totalmente esto, tendríamos que precisar entonces ¿Qué es la conciencia?

Podemos definirla filosóficamente como la capacidad de decidir y de convertirse en sujeto, siendo arquitecto de nuestras propias decisiones y responsables por las consecuencias que podemos juzgar de buenas o malas. La conciencia es una realidad clave en nuestras vidas, ya que en torno a ella gira nuestra realidad y nuestra moralidad. Existen, sin embargo, dos tipos de conciencias: Una que reflexiona sobre sí mismo como sujeto y otra que toma en cuenta el mundo material y tiene un conocimiento íntegro de este plano exterior. ¿Se puede pensar entonces que el malandro carece de conciencia? 

¿O no tiene esta conciencia en el lugar que debería tenerla? De ser esto factible… ¿Dónde reside entonces la conciencia? Asumimos que la conciencia humana como mínimo, debe residir en alguna área de nuestro cerebro, siendo este la central de nuestras ideas y nuestros pensamientos, sin embargo, pese a encontrarse dentro del cerebro y no por los alrededores de nuestro cuerpo o de nuestra casa o empacada en el supermercado, el desarrollo de la conciencia está claramente influenciado por las condiciones del medio ambiente bien seas económicas, sociales, políticas o educativas, respetando siempre el papel que juega la libertad para decidir sobre lo que se puede y lo que conviene ser y hacer. Esto último está ligado estrechamente al mundo de los valores, donde por medio de la conciencia podemos decidir acerca de la puesta en práctica de nuestra conducta. 

¿Pero qué ocurre entonces con nuestro delincuente? 

La conciencia que desarrolló a lo largo de su vida, no es más que un reflejo del medio ambiente donde nació y creció, del conjunto de valores morales que absorbió en el seno familiar, en la escuela pero sobre todo en la calle. El malandro es otro sobreviviente dentro de un entorno hostil, violento e inseguro donde se trabaja con la dinámica más darwnista. Pero si bien este sujeto fue empujado por el medio, debemos recordar que siempre se tiene la facultad y la libertad de decidir cómo queremos actuar como seres humanos, conscientes que somos y qué valores queremos desarrollar o dejar a un lado. 

Finalmente nos queda una última pregunta ¿La delincuencia se puede eliminar? 

Muy probablemente no, aunque esto nos arroje ante un panorama bastante pesimista, la delincuencia que vemos a diario es un reflejo de todas las fallas que presenta nuestra sociedad, donde el estado, la escuela pero sobre todo la familia juegan un papel fundamental en el desarrollo de la conciencia y de los valores. Para erradicar la delincuencia por completo, tendríamos que realizar un proceso de lavado cerebral a nivel global y partir de cero nuevamente y sin embargo, esto no garantiza que la delincuencia y la violencia vayan a desaparecer, ya que siempre debemos tener en cuenta la tendencia a la perversidad inmanente en los seres humanos. 

Lo único que nos resta hacer como ciudadanos (y en mi caso, como docente) es intentar rescatar las conciencias y afianzar los valores, aunque suene demasiado utópico y quizás el tema de la delincuencia mejore notablemente en nuestra sociedad futura.

Mientras seguimos coreando:

"Sería inaccesible el que alguien te mate
Si cada bala costara lo que cuesta un yate
Tendrías que ahorrar todo tu salario
Para ser un mercenarío, habría que ser millonario
Perto no es así, se mata por montones
Las balas son igual de baratas que los condones
Hay poca educación, hay muchos cartuchos
Cuando se lee poco, se dispara mucho

Hay quienes asesinan y no dan la cara
El rico da la orden y el pobre la dispara
No se necesitan balas para probar un punto
Es lógico, no se puede hablar con un difunto
El diálogo destruye cualquier situación macabra
Antes de usar balas, disparo con palabras...

¡Plo plo plo plo!"

Calle 13, La bala, del disco Entren los que quieran

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