sábado, 25 de febrero de 2012

La vida ingrata según Jorge Manrique, En Paz con la vida según Amado Nervo y la muerte según Yo, es un cuento chino

[Fotografía: Francisco Medina, Untitled]

Sin que nadie nos advierta, un buen día, venimos a este mundo. Cuando comenzamos a estar conscientes de tener conciencia, en nuestro contador ya han pasado 5 o 6 años y a medida que vamos creciendo, aprendiendo y sufriendo, comenzamos a reflexionar acerca de "En qué consiste estar vivo". ¿Pero cuándo comenzamos a reflexionar acerca de la muerte? Quizás en el momento que alguien muy cercano se apaga y desaparece, frente a nuestros incrédulos ojos. Siendo jóvenes despistados, pendientes siempre solo de divertirnos ¿Pensamos acaso en adquirir un seguro de vida? ¿Por qué? ¿Para qué? Con dos décadas de vida, la muerte nos parece un suceso lejano, se ha convertido simplemente en otro mito urbano.

Basta con mirar a nuestro alrededor e inclinarnos por una tendencia: ¿Está todo lleno de vida o de muerte? ¿Qué tan delgada es la línea entre una cosa y la otra?

La ciencia médica nos dice que la muerte es solo un evento neurofisiológico y bioquímico que consiste en la extinción del proceso homeostático de un ser vivo y por ende, concluye con el fin de la vida. Es fácil decir eso cuando eres un pragmático y frío científico. La religión por su parte, toma el concepto de la muerte y lo convierte en algo a lo que debemos temer si no hemos llevado una vida correcta, nos habla de la existencia de un alma, de la posibilidad de la vida eterna, de la reencarnación o de arder en el infierno. ¿La razón? La razón está sujeta directamente a las creencias del individuo.

Personalmente, me agrada más la idea de creer que el alma es inmortal aunque el cuerpo se descomponga, que Dios está esperándome en otro plano, lleno de libros, flores, tazas de té, gatos y Bach sonando de fondo, que leeré por toda la eternidad y que la muerte no me causara dolor, que será como caer levemente en un placido sueño que jamás termina. Me gusta pensar que Xavier está con Dios y que tampoco le dolió nada aunque a nosotros nos haya dolido la vida perderlo.

Entonces no es simplemente el cese global de funciones sistémicas, bioeléctricas cerebrales y neuronales, no es solo un elemento dramático al que recurre el teatro, el cine o la literatura, sino que detrás de la muerte hay algo más. Está por todas partes. Se muere la vieja adinerada, se muere la enfermera que era demasiado obstinada, se muere el mendigo que adoraba beber 'Canelita', se muere Amy Winehouse, se murieron mis gatas y se murió Xavier que en paz descanse...

Se murió Guy de Maupassant y Emilia Pardo Bazán también. Nuestros escritores tristemente un día cualquiera se mueren. Nadie puede escapar, ni posponerlo para siempre. Sin importar que hayan creado vida dentro de sus relatos, la muerte se los lleva por igual, sin embargo, el olvido no los borra.
¿Sintieron ellos miedo de morir? ¿Qué pensaban acerca de este asunto?
Rubén Darío nos habla de "El temor de haber sido y un futuro terror... ¡Y el espanto seguro de estar mañana muertos!" (Lo fatal, 1905) ¿Se sentirían agradecidos al final de sus vidas o totalmente decepcionados de este mundo de mierda?

En este punto sería interesante contrastar los versos últimos de dos grandes poetas, uno de ellos perteneciente al siglo XV que destacó en la profesión de las letras como la de las armas, muriendo en combate como un soldado; el otro, vivió entre los siglos XIX y XX, precursor del modernismo y que murió como diplomático fuera de su país, nos estamos refiriendo a Jorge Manrique y Amado Nervo.

Manrique era dueño de un insuperable don elegíaco, con el que supo no solo expresar la muerte de su padre sino su concepto de la vida como algo efímero. Amado Nervo vivió plagado de misticismo y de finas tristezas, reflejando en sus poemas toda la melancolía producida por sus pérdidas. Ambos supieron de alguna manera que la muerte estaba observándolos desde muy cerca, probablemente fue más obvio para Jorge Manrique que se hallaba en combate que para Amado Nervo, pero cuando lo supieron, decidieron hacer lo único que podían hacer al respecto: Escribir sobre eso.

En el caso de Manrique escribió Dos coplas que se hallaron a Jorge Manrique en el seno cuando lo mataron y Nervo escribió En paz (1915) dos años antes de su muerte. En estos versos se contraponen las ideas particulares de cada uno acerca de la vida, cuando vieron agotarse su afluente:

Manrique dijo:

"Lo mejor y ménos triste / es la partida / de tu vida tan cubierta / de tristezas y dolores / muy poblada / de los bienes tan desierta / de plazeres y dulçores / despojada".

Por su parte Nervo sostuvo lo siguiente:

"Yo te bendigo vida / porque nunca me diste esperanza fallida / ni trabajos injustos, ni pena inmerecida / porque veo al final de mi rudo camino / que yo fui el arquitecto de mi propio destino".

Manrique en una segunda estrofa:

"Es tu comienzo lloroso / tu salida siempre amarga / y nunca buena / lo de enmedio trabajoso / y á quien das vida más larga / das más pena".

Nervo por su parte reconoce que:

"Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno / más tu no me dijiste que Mayo fuese eterno / hallé sin duda largas noches de mis penas / más no me prometiste tú solo noches buenas".

Finalmente, ambos concluyen sus ideas de esta manera:

Manrique:

"Assí los bienes muriendo / y con sudor se procuran / y los das / los males vienen corriendo / después de venidos / duran mucho más".

Nervo:

"Amé, fui amado, el sol acarició mi faz / vida nada me debes / vida estamos en paz"

Esta antítesis nos da un idea clara de la concepción última de cada poeta al final de su vida, Jorge Manrique pareció marcharse con desencanto y pesimismo, Amado Nervo mostró más entendimiento y perdón. ¿Pero y nosotros? ¿Nos sentiremos llenos de gratitud como Amado Nervo y nos marcharemos de este mundo con ese mismo ánimo conciliatorio? ¿O comulgamos con los sentimientos de Jorge Manrique y tal vez nos sintamos felices al morir, pero solo por el hecho de saber que ya pronto se termina?

¿Nos dará tiempo de pensar en ello? Quizás transcurramos esta vida, tan pendientes solo de vivir y de lograr ser felices algún día que la muerte será para todos, lo que es para mi generación veinteañera y temeraria, un cuento chino para asustarnos como El Coco cuando eramos pequeños.

Lo único seguro de todo esto es que independientemente de lo que decidamos creer y sentir, la muerte vendrá tarde o temprano por nosotros y mientras estemos vivos tendremos esperanzas de encontrar la paz que necesitamos. Esperanza, que a diferencia de la vida es algo que jamás se apaga.

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